En ocasiones a un lesionado o enfermo se le puede encontrar en un estado de pérdida de conocimiento. Ante esta emergencia se debe proceder a comprobar si existe respiración espontánea, latido cardíaco y de las carótidas (en el cuello) y si las pupilas reaccionan a la luz.
Si cualquiera de los signos anteriores está alterado, se debe comenzar con la respiración artificial y el masaje cardíaco. La vida de estos pacientes dependerá de la rapidez de la aplicación de estos métodos.
RESPIRACION ARTIFICIAL
En primer lugar, se coloca el cuerpo yaciendo sobre la espalda, con la cabeza girada hacia uno de los lados, y se extraen de la boca, con los dedos, los posibles cuerpos extraños (vómitos, nieve, tierra, sangre, dentadura artificial, etc.). Conviene recordar que el hombre puede vivir sin aire sólo tres minutos.
El socorrista se arrodillará a un lado, al mismo nivel del muerto aparente, al que se le colocará una almohadilla debajo de los hombros, de modo que la cabeza quede colgando hacia atrás. Con una mano cogerá la cabeza por la parte de la raya del pelo, y la otra se apoyará plana sobre el mentón, con el pulgar sobre la boca cerrada, y se flexionará la cabeza hacia atrás todo lo posible, al mismo tiempo que el maxilar inferior se separa hacia arriba.
El socorrista respira rápida y profundamente y aplica con fuerza su boca bien abierta sobre la nariz del muerto aparente, y expulsa con fuerza el aire aspirado hasta que se eleve la caja torácica del socorrido, lo que se observa claramente. Entonces retira su boca para la próxima inspiración, con lo que el paciente, sin conocimiento, expulsa por sí mismo el aire insuflado, gracias a la elasticidad de sus pulmones y de su caja torácica.
La posición de la cabeza del inconsciente debe ser conservada como estaba.
Mientras el socorrista aspira aire, debe vigilar el movimiento de espiración de la caja torácica del inconsciente y escuchar su murmullo respiratorio.
Tan pronto como haya inspirado el socorrista, ha de insuflar de nuevo el aire a los pulmones del sujeto inconsciente a través de su nariz. Por ello, el muerto aparente debe ser insuflado con la boca al menos diez veces en sucesión rápida, para pasar después a un ritmo normal, más lento, de diez a doce respiraciones por minuto.
El socorrista no debe respirar demasiado profundo ni excesivamente rápido, ya que puede sufrir vértigos.
La respiración boca a boca es algo más difícil (no se debe olvidar cerrar la nariz), pero se aporta con cada inspiración más cantidad de aíre salvador a los pulmones del muerto aparente, ya que el aire encuentra menos obstáculos y rozamientos en su penetración.
La respiración boca a nariz está a menudo impedida por alguna lesión de esta última, pero esta clase de respiración artificial directa resulta más efectiva y lograda que cualquier otra, por lo que debe ser practicada en cualquier circunstancia antes que nada.
Cuando se trata de conservar la vida de un compañero no deben tenerse en cuenta para la práctica de la respiración artificial ningún tipo de consideraciones de higiene, repugnancia, susto o cualquier otro inconveniente comprensible.
Resulta práctico colocar el pañuelo propio sobre la boca o nariz del accidentado.
La respiración artificial descrita es a menudo suficiente para la reanimación, ya que los pulmones insuflados rítmicamente ejercen una presión sobre el corazón, resultando por ello estimulado para una acción más eficaz.
Cuando no se observa mejoría con la ventilación artificial y no se puede percibir el latido carotideo o el cardíaco, se procederá al masaje cardíaco sin pérdida de tiempo.
MASAJE CARDIACO
Se coloca al individuo inconsciente sobre una base dura (suelo, tablas), y el socorrista se arrodilla a su lado, con las manos superpuestas sobre el esternón en el centro del tórax. A continuación, se presiona la caja torácica con los brazos extendidos, una vez por segundo. Se puede desplazar el tórax de dos a cinco centímetros, de modo que la presión alcance realmente al corazón. El esternón transmite al corazón la presión recibida contra la columna vertebral por detrás.
La presión debe ser fuerte y el esternón empujado en profundidad, de modo que el corazón resulte realmente comprimido contra la columna y se desplace sangre hacia la periferia. Con ello comienza, por una parte, la circulación de la sangre, y, por otra, los golpes estimulan el centro automático del corazón para recobrar el ritmo propio por sí mismo.
Si la respiración artificial y el masaje cardíaco deben ser practicados simultáneamente por un solo socorrista, se dan las siguientes normas:
— Se practican cinco respiraciones en sucesión rápida.
— Se continúa con cinco golpes de masaje cardíaco.
— Se sigue la respiración artificial durante otras tres veces.
— El masaje cardíaco se continúa con quince compresiones.
Si se dispone de dos socorristas, se procede del siguiente modo:
— Cinco respiraciones del primer socorrista y cinco golpes de masaje cardíaco por el segundo.
— Se continúa sucesivamente con una insuflación de aire por el primero, seguida de cinco golpes de masaje por el segundo.
TRANSPORTE DE HERIDOS
La forma correcta de recoger y transportar heridos y enfermos es una de las partes más importantes del tratamiento de urgencia. De la actuación en este sentido va a depender en gran medida el ulterior pronóstico del herido.
Es esencial que se hagan las maniobras de una forma suave y delicada, ya que una maniobra brusca en una fractura cerrada puede convertirla en abierta, agravando considerablemente al herido; también, una fractura cervical, al ser movilizado de forma indebida, puede producir una muerte súbita.
Los puntos de actuación ante un accidentado son los siguientes:
— Observación del accidentado.
— Exploración sistemática (empezando por la cabeza y finalizando por los pies) y cuidadosa del cuerpo del herido, atendiendo fundamentalmente a investigar si sangra, si respira o si tiene alguna fractura.
— Cuidados generales in situ. Consisten en proporcionar los primeros cuidados al accidentado, restringiendo la actuación en lo que no se conoce y teniendo primacía la atención de las hemorragias y la práctica de la reanimación, en su caso, así como calmar el dolor intenso.
— Valoración de la evacuación. Antes de emprender el transporte se debe sopesar cuidadosamente el estado del lesionado, los medios disponibles de evacuación, la dificultad del itinerario a recorrer y las circunstancias climatológicas. Muchas veces convendrá más permanecer en el lugar del accidente que realizar un transporte en malas condiciones.
— Cuidados durante el transporte. Revisión de los remedios adoptados, aflojar torniquetes periódicamente, cuidados en el estado general del evacuado, etc.
Para el transporte de heridos existen innumerables métodos improvisados para la evacuación.
IMPROVISACION DE CAMILLAS
Si es preciso trasladar un herido y no se dispone de camilla, siendo el trayecto largo para realizarse a hombros o que las condiciones del herido no permitan este medio de transporte, se puede improvisar una camilla con medios que pueden encontrarse fácilmente:
— Camilla de varas y manta. Se sustituyen los largeros de la camilla por ramas resistentes, tubos, etc., y el lienzo de la camilla por una manta. Se extiende la manta en el suelo y se coloca una vara longitudinalmente en la mitad de la misma, doblándola a continuación. Se coloca la otra vara en el centro de la manta doblada y se hace una nueva doblez que cubra la vara; a continuación se deposita encima al herido, que, por su propio peso, impide que se despliegue la manta.
— Camilla de varas y chaquetas, guerreras, camisas. Se hace uso de dos prendas abrochadas al revés, de tal forma que quedan las mangas por dentro. Se pasan las varas a lo largo de las mangas, quedando formada una camilla improvisada.
— Camilla de varas y sacos. Se practica una abertura en cada una de las esquinas del saco, metiendo lo que hace de laguero por la boca del mismo, para que salga por la trasera.
Si los sacos son cortos, se pueden poner dos, uno a continuación del otro; o bien, si son de tejido poco resistente, se pueden también enfundar dos, uno dentro del otro.
— Camilla de tablas o puertas. Cualquier superficie plana de dimensiones apropiadas, como es una puerta, un tablero, una chapa, etc., puede servir de camilla improvisada.
En cualquiera de los casos descritos, si la camilla se va a transportar sobre los hombros, conviene que las varas tengan la suficiente longitud para permitir al hombre de atrás ver el terreno que pisa a través de ellas.
— Camilla de arrastre. Se eligen dos ramas de cuatro a cinco metros, o dos arbolillos jóvenes que se despojan de sus ramas laterales; se unen por dos travesaños de 50 cm, colocados a un metro de los extremos. Se coloca sobre ellos una manta o tela de tienda, como ya se ha explicado. El herido se acuesta atado. Un hombre es suficiente para el transporte.
TECNICA DE LAS INYECCIONES
Normas generales:
— Lavarse las manos con agua y jabón abundantes, aclarándolas y friccionándolas después con alcohol.
— La jeringa y la aguja se esterilizarán mediante ebullición, que debe prolongarse por lo menos diez minutos. Si son de un solo uso ya vienen esterilizadas, siendo, por tanto, desechables.
— La aguja no debe nunca flamearse en la llama, pues el metal de su composición se altera.
— La ampolla se romperá cortando el cuello con una lima u otro dispositivo semejante. Se aspirará el líquido de la ampolla, introduciendo la punta de la aguja y aspirando con la jeringa.
— En caso de ser viales con tapón de goma, se pinchará a través de éste, aspirando su contenido en la cantidad que se desee inyectar.
— La jeringa debe llenarse de tal manera que no quede aire (burbujas) entre émbolo y jeringa.
— La piel de la zona en que se efectúe la inyección se desinfectará previamente, limpiándola con alcohol o con tintura de yodo.
TECNICA DE LA INYECCION
SUBCUTANEA O HIPODERMICA
El lugar de elección es la cara externa del brazo o del muslo; una vez desinfectada la zona, tomaremos un pliegue grande de la piel entre los dedos índice y pulgar de la mano izquierda, y apoyando la punta de la aguja sobre la superficie de la piel, en dirección oblicua hacia arriba, con un movimiento seco, la introduciremos dos o tres centímetros, con rapidez y sin violencia.
A continuación se aspira, y en caso de teñirse la jeringa de sangre, se introducirá la aguja de nuevo.
Seguidamente se inyecta el líquido con lentitud y en intervalos, desplazando un poco la aguja, si la cantidad a inyectar fuera considerable; una vez vaciada la jeringa se retirará rápidamente con la mano derecha.
TECNICA DE LA INYECCION INTRAMUSCULAR
Se siguen las normas generales antes dichas en la preparación del inyectable, aunque teniendo en cuenta que la aguja sea más larga y ancha que en la inyección subcutánea.
Se inyectará en la masa de los músculos glúteos. Para determinar el lugar donde debe pincharse, se divide cada nalga en cuatro cuadrantes, por medio de dos líneas perpendiculares, estando situada la horizontal en el pliegue interglúteo, en su extremo superior. La zona apropiada para la inyección es el cuadrante superior externo de cada nalga.
También puede seguirse otro sistema, uniendo por medio de una línea la extremidad superior del pliegue interglúteo con la cresta ilíaca (relieve óseo de la cadera, hallado por palpación). El punto medio de esta línea es el apropiado para inyectar.
Teniendo cargada la jeringa, separamos la aguja de ella; con la aguja sostenida por los dedos pulgar e índice de la mano derecha y dirigida perpendicularmente, se introduce con un golpe seco en la masa del músculo glúteo. Ya introducida, aguardaremos unos momentos para cerciorarnos de que no sale sangre por su extremo libre; si saliese, debe sacarse la aguja; si no, se une a la jeringa y se aspira un poco para ver si no se extrae sangre.
Una vez comprobado esto, se puede inyectar lentamente el contenido de la jeringa.
Una vez terminada la inyección, se retiran aguja y jeringa, bien juntas o separadas, y se frotará suavemente el punto de la inyección con el desinfectante que utilicemos.
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