Los accidentes acechan por todas partes, ya se halle uno en un avión o con ambos pies sobre el suelo, vagando totalmente solo por el desierto o circulando rodeado de miles de personas, por la gran ciudad.
Precisamente, las grandes aglomeraciones de la civilización ofrecen múltiples posibilidades de sufrir accidentes: la calle, el hogar, el trabajo.
Si bien existe un gran número de métodos modernos de salvamento, hay que saber ayudarse a sí mismo en cualquier momento y lugar, y no dejarlo todo en manos del «Estado». La ola de frío que batió el norte de Alemania en enero de 1979 sirvió para demostrar la rapidez con que los equipos de salvamento pueden verse desbordados. Masas de nieve nunca vistas ahogaron casi todos los suministros.
Pensemos asimismo en las catastróficas inundaciones sufridas por Hamburgo en 1962, cuando el agua desbordó los diques, penetrando tierra adentro en ciertos trechos y amenazando con extenderse.
Estado de emergencia, catástrofes naturales, grandes accidentes, desgracias aisladas. Todos ellos constituyen cambios inesperados de situación que a menudo no podemos evitar y que caen sobre nosotros, haciendo que tengamos que arreglárnoslas con las consecuencias.
O todos esos riesgos que corremos cuando nos ponemos en peligro conscientemente: al nadar, al bucear, al escalar, al navegar, sobre todo cuando buscamos la aventura, ya sea por propia voluntad o debido a nuestro oficio, como los policías, los soldados, los servicios de salvamento. Se nos ha metido algo en la cabeza o hemos recibido una misión oficial, una orden que deseamos cumplir. Tal vez nos ha sucedido a menudo y siempre hemos salido bien librados, pues de otro modo ya no estaríamos con vida. Pero la costumbre entorpece, y la negligencia resultante constituye una de las principales causas de accidente, no sólo durante las aventuras y los viajes.
«No vuelvo a viajar al extranjero —oímos a menudo—. A dondequiera que vayas verás lo mismo: por todas partes golpes de estado y guerras. Los hombres se vuelven cada vez más imprevisibles.» Y quizá sea así. En el desequilibrio entre el norte y el sur, entre ricos y pobres, en la explosión demográfica, en los problemas energéticos subyace un constante peligro de que la cosa estalle.
Ahora bien, si sabemos que la humanidad es imprevisible, eso constituye una gran ventaja para el practicante de la supervivencia, el cual puede incluir a la imprevisibilidad en sus planes como una premisa obligada. Puede calcularla y contar con ella. Y de la misma manera que menos por menos da más, podemos aprovecharnos de las rivalidades de los demás (o echar mano de algún otro truco de la caja de la supervivencia) para convertirnos en ese tercero que sale con bien de estas situaciones: el superviviente.
A menudo, los trucos de supervivencia dependen de un hilo, y surgen donde ya nadie lo espera. Y a esa sorpresa se deben sus éxitos.
«Quien ama el peligro pierde la vida.» También en este refrán hay mucho de cierto. Toda racha de suerte llega irremediablemente a su fin si no se tiene otra cosa que optimismo para superar la aventura.
Sobre todo al emprender conscientemente una aventura hay que conocer de antemano todos los posibles peligros. «Peligro conocido, peligro desaparecido.» «Más vale prevenir que curar.» Estos refranes encierran una profunda sabiduría. Ahora bien, por otra parte, uno puede planearlo todo muy bien... y, a pesar de todo, sin suerte las cosas acaban mal. Existen sucesos contra los cuales somos impotentes.
En muchas situaciones amenazantes al principio hacemos lo correcto siguiendo una conducta instintiva; sin embargo, hemos perdido muchos de nuestros instintos, o al menos se hallan atrofiados. Se trata de un perjuicio indisolublemente unido a la civilización. Quien siempre ha comprado sus verduras en un comercio difícilmente puede saber cómo cultivarlas. Quien tiene al médico a la vuelta de la esquina no se tomará la molestia de saber si puede ayudarse a sí mismo.
Los médicos nos llenan de tabletas y nos operan lo «superfluo»; nos recetan gafas, aparatos de sordera, dentaduras y empastes. Y así caminamos pesadamente por la vida, estropeándonos además el hígado con el alcohol, los pulmones con la nicotina y el corazón con el café. Hacemos esto aun a sabiendas de lo dañinas que son dichas sustancias en grandes cantidades. Lo hacemos a pesar de que, como todo ser vivo (desde las minúsculas bacterias, pasando por las plantas, hasta la ballena), tenemos una fuerza difícil de extinguir, una voluntad de preservar la especie programada biológicamente: la voluntad de sobrevivir.
Survival.
Survival es una palabra inglesa que en realidad sólo quiere decir «supervivencia». En el lenguaje actual, no obstante, significa algo más: el arte de sobrevivir.
Sin pretender mermar el valor de nuestros reducidos y alterados instintos, la gama de lo que podemos aprender acerca de la supervivencia es muy amplia. Se trata de una ciencia, un deporte, un acertijo constante, según se la considere, pudiendo ser mucho más emocionante que una novela negra, ya que aquí es a uno mismo a quien se le exige. Uno mismo debe resolver los problemas, y no el comisario de policía. Somos nosotros mismos quienes debemos ser astutos, y no el guionista. Nosotros quienes tenemos que salir de los problemas, ya sea mediante trucos o a base de golpes.
¡Un campo de actividad verdaderamente fascinante!
El saber, aunado a la presencia de ánimo y a la disciplina, nos depara constantemente nuevas improvisaciones. Tendremos experiencias de éxito que nos darán alas para probar nuestra suerte.
En un momento dado se llega a obtener una serie de conocimientos básicos, pero nunca se logra la perfección, puesto que la supervivencia es una materia demasiado versátil.
Si echas una ojeada al total de esta web, te harás una idea del espectro global de la supervivencia. Después de todo, ésta engloba cualquier truco que nos otorgue ventajas en la vida.
Por otra parte, si se busca la aventura exclusivamente en la montaña, se pueden obtener conocimientos especializados sobre este campo por medio de la literatura y de la práctica. Ello conduce a una especialización que no concede ninguna importancia a los medios de que se vale una persona que se está muriendo de sed en el desierto para encontrar agua. Al igual que a ésta difícilmente le interesará que hayamos permanecido tres días colgados de un gancho flojo en un despeñadero bajo una tormenta de nieve.
Sin embargo, la mayoría de las reglas de la supervivencia son válidas en todas partes. Cada cual puede escoger a su gusto lo que más le interese.
Sólo puedo hablar de la información que he reunido para mis propios viajes y expediciones, y de la práctica que he logrado en ellos. Éste es el resultado de largos años de reunir experiencias de otras personas, aventuras vividas tanto por expertos como por personas «sencillas», que han participado en cursos, seminarios y experiencias prácticas de sus propias aventuras.
Esta web constituye una ordenación de los trucos y capacidades que personalmente considero dignos de ser aprendidos, y que pueden complementarse, o especializarse, a gusto de cada cual.
«¿Survival? ¿Supervivencia? ¿Qué es eso?» «Se trata de trucos para sacar el mayor provecho posible de situaciones de emergencia poco comunes».
Sea como fuere, mis conocimientos sobre supervivencia me dan una gran fuerza psíquica. He conocido el mar, la selva, las cadenas montañosas y el desierto.
No todo lo que aparece en esta web resulta agradable de leer. Algunas cosas parecen duras e indignantes, extravagantes, o demasiado extremas y especializadas. Pero te alegrarás al recordarlas cuando te encuentres en dificultades. En esos momentos olvidas todos los ascos e incluso algunos escrúpulos, pues se trata de tu propia vida. Te encuentras en una situación de emergencia, ya sea ante la naturaleza o con alguna persona imprevisible. Lo único que quieres es sobrevivir a cualquier precio.
Y tal vez lo que leas te enseñe también a ser tolerante ante los extraños, a adaptarte y ser servicial, lo que ayuda al entendimiento entre los pueblos. Te lo deseo a ti y me lo deseo a mí mismo.
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